miércoles, 22 de septiembre de 2021

La pandemia del 2020 nos dejó muchas sensaciones adversas, este cuento intenta reflejar las sensaciones sufridas y emociones recuperadas durante ese oscuro período.

¡Gloriosas!

    Feliz, feliz e ilusionada corría Glory entusiasmada por las angostas veredas que llevaban a su casa del barrio de Balvanera; veredas custodiadas por frondosas acacias, cuyas flores de diversos colores parecían bañarla con tenue llovizna multicolor, enredándose y adornando sus finos cabellos dorados. Sentíase tan feliz y tan absorta en sus pensamientos iba, que casi cruzó la avenida sin mirar, cuando un fuerte bocinazo la volvió a la realidad, sin embargo, el suceso no la amilanó y continuó en veloz carrera hasta llegar y, en un abrir y cerrar de ojos entró en su casa cual torbellino. - ¡Mamá, mamá! –gritó- ¡Ya tenemos fecha para el teatro! ¡Haremos una presentación junto a la abuela y otras abus en el teatro del Parque! Y allí mismo, sin más, tarareando, comenzó a bailar la coreografía ensayada, balanceándose de un lado a otro y recorriendo graciosamente parte de su casa. ¡Estaba tan emocionada! Hasta que por fin pudo escuchar la voz de su mamá clamando - ¡Hija! ¡Por favor!  ¡Siéntate y cuéntame!  porque no logro comprender. Entonces, la niña se sosegó y tomando un vaso de agua comenzó el relato…

-Es que… ¿Viste que la abuelita me invitó al taller ese donde baila junto a otras abus? Bueno, la seño de ellas me enseñó a bailar y quiere que yo baile con mi Abu y también va a invitar a otros nietitos para que bailen con las viejitas, bueno, no son tan tan viejitas, pero sí son abuelitas, porque abuelitos, ¡no hay!  ¡Y no es porque ellas no quieran, sino que son ellos los que no quieren! –dijo puchereando-   dicen que a los hombres les da vergüenza bailar, pero ellas, ellas, ¡lo disfrutan tanto! ¡Tenés que verlo mamá!

Eran mujeres que en su juventud lo habían dado todo, con garra, con prestancia, decididas a superar los dolores que les imponía el avance de la edad y al caso omiso que habían realizado al llamado de las advertencias del deterioro físico cuando trabajaban de manera activa, habían privilegiado y antepuesto siempre el interés de los otros restando importancia a los propios. Y ahora estaban allí, con sus piernas y rodillas maltrechas después de tanto trabajo, levantando alegres sus brazos agitando pañuelos cual plegaria y agradecimiento al cielo o cortando el aire con sus castañetas cual instrumento mágico.  Mujeres valientes y decididas que no habían tenido vergüenza en bailar en parques, plazas, vecinales o viajado a encuentros; siempre habían bailado solas, pero esta vez ¡no!, habían tomado la decisión de sumar a los nietos y ella, había sido la elegida por su abuela.

   Cuando la mamá quiso responder, Glory volvió a parlotear -¡Estoy tan contenta ma! ¡Y la Abu Gloria también! Estaba muy orgullosa cuando la Seño me felicitó y después me invitó; la Abu me besó y abrazó tan fuerte que casi no podía respirar, y después me dijo:- Glory y Gloria, ¡Seremos Gloriosas!  Mucho no entendí, pero, ¿Será porque las dos nos llamamos Gloria, Mamá’? La mamá miró con ternura a su hijita y respondió: -Llevas el nombre de tu abuela y bisabuela, significa “fama” porque están llamadas a ser gloriosas, a tener éxito en la vida y por eso, ésta será tu primera actuación y, ¡seguro que triunfarán!, dijo guiñándole un ojo con complicidad a su marido que estaba sentado en el sillón mirando su serie del momento, no sin dejar de observar la escena familiar.

El resto del día pasó sin sobresaltos, la abuela había llamado a su hija para contarle sobre la presentación que harían en el teatro, detalles de ensayos y vestimenta a utilizar, más allá de la satisfacción y orgullo sobre nieta, que no dejaba de alabar en cada palabra emitida.

 ¡Sería la primera vez para ambas! Ni abuela ni nieta habían bailado juntas folklore hasta ese momento. La abuela Gloria, al jubilarse, se había acercado al centro de su barrio e inscripto en los talleres que se dictaban en el Centro de jubilados. Ese fue un nuevo comenzar, cambió carpetas, lapiceras y textos por música y coreografías, haciendo nuevos amigos en encuentros grupales mediante risas y charlas, sin exigencias ni responsabilidades, salvo la asumida por convicción.

 Pero al caer la tarde, cayeron los sueños; sueños que se hicieron trizas ante el anuncio aparecido en la TV, no más espectáculos, no más escuela, no más salidas, barbijos y temor ante el virus letal de la pandemia.  Sin comprender muy bien, sintió que todo se oscurecía, como si un manto negro hubiera caído sobre sobre su ser tan diminuto, ¿qué haría ahora? No podría darle un beso, un abrazo, ni tampoco ensayar, intercambiar esas miradas pícaras y cómplices que sostenían entre ambas. La niña no sabía si era la nieta preferida, pero sí sabía que había sido la elegida para acompañar y bailar con su abu, soñaba con lucirse como una verdadera artista haciendo zarandear su pollera  de  un lado a otro y tal vez, en el verano, sea invitada a subir en grandes escenarios como los de Cosquín o Jesús María, lugares que su mamá y papá la llevaban a veranear y de paso a disfrutar de los festivales populares que allí se  realizaban  y así, como muchas veces había aplaudido sostenidamente a los artistas, también con ellas lo hicieran. Envuelta en esos pensamientos escuchó la sentencia, varios meses sin poder salir a la calle. -¡Me voy a aburrir! concluyó, rompiendo a llorar desconsoladamente y dirigiéndose a su cama mientras su mamá hacia lo posible por consolarla. Todos estaban desconcertados. Fue una noche plena de incertidumbres y fantasmas; parecía que el monstruo acechaba, pero las oraciones y la voz consoladora de su madre pusieron la calma y el sueño hizo el resto.

Amaneció claro y soleado, aunque frío, ¿Qué vamos a hacer mamá? Preguntó la pequeña. ¡No te preocupes Glory! Haremos video llamadas con la abuela y ensayarán a través de la Red, estamos en siglo XXI, ¿acaso no es eso lo que siempre me dices?

El tiempo pasó y la incertidumbre crecía. Nunca habían vivido una situación así, sí habían escuchado hablar de pestes como cólera, sarampión, viruela, tifus entre otras, todas distantes y hacia tanto, tanto tiempo, pero ¿coronavirus? ¡Nunca! Aunque se había hecho presente y viajado desde el otro lado del mundo para aislarlos, alejarlos y hasta apartarlos definitivamente. La humanidad había sido castigada y el temor invadía cual noche oscura las almas. Pasaron los meses y llegó el verano y con él la vacuna, la esperanza y la luz se hizo nuevamente presente.

Volvieron los encuentros, primero virtuales, después presenciales, aunque no los abrazos. El cariño se expresó con las miradas, los ojos reflejaban la alegría contenida, el asombro, las emociones. Las voces y las risas se escuchaban más apaciguadas por barbijos artesanales o industriales, lisos o estampados, daba igual, pues el regocijo había vuelto, aunque haya costado aceitar nuevamente las articulaciones lograron disfrutar del ritmo, las danzas y el canto. Y así, volvieron a encontrarse, respetando el protocolo y de pronto, la invitación a un encuentro virtual en los pagos de la chacarera. También Glory volvió, saludando con su codito o puños a todas las del grupo, derramando alegría y esperanza, ensayaron y ensayaron, en el patio, en el salón, en el parque hasta que llegó la fecha de la presentación, nietos y abuelas todos con atuendos típicos al ritmo de la danza mostraron su alegría de manera gloriosa a las redes.  Un sueño de equipo no sustanciado en un escenario de madera sino en un verdadero escenario natural, derrochando brisas con flores multicolores que acariciaban tiernamente las frentes de aquellas que recuperaban su juventud y vitalidad.

¡Gloria, Glory, qué más da, allí estaban, gloriosas para toda la humanidad!

 

                                                                                                         Graciela Pellegrino

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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