La pandemia del 2020 nos dejó muchas sensaciones adversas, este cuento intenta reflejar las sensaciones sufridas y emociones recuperadas durante ese oscuro período.
¡Gloriosas!
Feliz, feliz e ilusionada corría Glory
entusiasmada por las angostas veredas que llevaban a su casa del barrio de Balvanera;
veredas custodiadas por frondosas acacias, cuyas flores de diversos colores
parecían bañarla con tenue llovizna multicolor, enredándose y adornando sus
finos cabellos dorados. Sentíase tan feliz y tan absorta en sus pensamientos
iba, que casi cruzó la avenida sin mirar, cuando un fuerte bocinazo la volvió a
la realidad, sin embargo, el suceso no la amilanó y continuó en veloz carrera hasta
llegar y, en un abrir y cerrar de ojos entró en su casa cual torbellino. - ¡Mamá, mamá! –gritó- ¡Ya tenemos fecha para
el teatro! ¡Haremos una presentación junto a la abuela y otras abus en el
teatro del Parque! Y allí mismo, sin más, tarareando, comenzó a bailar la coreografía
ensayada, balanceándose de un lado a otro y recorriendo graciosamente parte de
su casa. ¡Estaba tan emocionada! Hasta que por fin pudo escuchar la voz de su
mamá clamando - ¡Hija! ¡Por favor! ¡Siéntate y cuéntame! porque no logro comprender. Entonces, la
niña se sosegó y tomando un vaso de agua comenzó el relato…
-Es que… ¿Viste que la abuelita me
invitó al taller ese donde baila junto a otras abus? Bueno, la seño de ellas me
enseñó a bailar y quiere que yo baile con mi Abu y también va a invitar a otros
nietitos para que bailen con las viejitas, bueno, no son tan tan viejitas, pero
sí son abuelitas, porque abuelitos, ¡no hay! ¡Y no es porque ellas no quieran, sino que son
ellos los que no quieren! –dijo puchereando- dicen
que a los hombres les da vergüenza bailar, pero ellas, ellas, ¡lo disfrutan tanto!
¡Tenés que verlo mamá!
Eran mujeres que en su juventud lo habían dado todo,
con garra, con prestancia, decididas a superar los dolores que les imponía el
avance de la edad y al caso omiso que habían realizado al llamado de las
advertencias del deterioro físico cuando trabajaban de manera activa, habían
privilegiado y antepuesto siempre el interés de los otros restando importancia
a los propios. Y ahora estaban allí, con sus piernas y rodillas maltrechas
después de tanto trabajo, levantando alegres sus brazos agitando pañuelos cual
plegaria y agradecimiento al cielo o cortando el aire con sus castañetas cual
instrumento mágico. Mujeres valientes y
decididas que no habían tenido vergüenza en bailar en parques, plazas,
vecinales o viajado a encuentros; siempre habían bailado solas, pero esta vez ¡no!,
habían tomado la decisión de sumar a los nietos y ella, había sido la elegida
por su abuela.
Cuando
la mamá quiso responder, Glory volvió a parlotear -¡Estoy tan contenta ma! ¡Y la Abu Gloria también! Estaba muy orgullosa
cuando la Seño me felicitó y después me invitó; la Abu me besó y abrazó tan
fuerte que casi no podía respirar, y después me dijo:- Glory y Gloria, ¡Seremos
Gloriosas! Mucho no entendí, pero, ¿Será
porque las dos nos llamamos Gloria, Mamá’? La mamá miró con ternura a su
hijita y respondió: -Llevas el nombre de
tu abuela y bisabuela, significa “fama” porque están llamadas a ser gloriosas,
a tener éxito en la vida y por eso, ésta será tu primera actuación y, ¡seguro
que triunfarán!, dijo guiñándole un ojo con complicidad a su marido que
estaba sentado en el sillón mirando su serie del momento, no sin dejar de
observar la escena familiar.
El
resto del día pasó sin sobresaltos, la abuela había llamado a su hija para
contarle sobre la presentación que harían en el teatro, detalles de ensayos y
vestimenta a utilizar, más allá de la satisfacción y orgullo sobre nieta, que
no dejaba de alabar en cada palabra emitida.
¡Sería la primera vez para ambas! Ni abuela ni
nieta habían bailado juntas folklore hasta ese momento. La abuela Gloria, al
jubilarse, se había acercado al centro de su barrio e inscripto en los talleres
que se dictaban en el Centro de jubilados. Ese fue un nuevo comenzar, cambió
carpetas, lapiceras y textos por música y coreografías, haciendo nuevos amigos
en encuentros grupales mediante risas y charlas, sin exigencias ni
responsabilidades, salvo la asumida por convicción.
Pero al caer la tarde, cayeron los sueños;
sueños que se hicieron trizas ante el anuncio aparecido en la TV, no más
espectáculos, no más escuela, no más salidas, barbijos y temor ante el virus
letal de la pandemia. Sin comprender muy
bien, sintió que todo se oscurecía, como si un manto negro hubiera caído sobre
sobre su ser tan diminuto, ¿qué haría ahora? No podría darle un beso, un abrazo,
ni tampoco ensayar, intercambiar esas miradas pícaras y cómplices que sostenían
entre ambas. La niña no sabía si era la nieta preferida, pero sí sabía que había
sido la elegida para acompañar y bailar con su abu, soñaba con lucirse como una
verdadera artista haciendo zarandear su pollera de un
lado a otro y tal vez, en el verano, sea invitada a subir en grandes escenarios
como los de Cosquín o Jesús María, lugares que su mamá y papá la llevaban a
veranear y de paso a disfrutar de los festivales populares que allí se realizaban y así, como muchas veces había aplaudido
sostenidamente a los artistas, también con ellas lo hicieran. Envuelta en esos
pensamientos escuchó la sentencia, varios meses sin poder salir a la calle. -¡Me voy a aburrir! concluyó,
rompiendo a llorar desconsoladamente y dirigiéndose a su cama mientras su mamá
hacia lo posible por consolarla. Todos estaban desconcertados. Fue una noche plena
de incertidumbres y fantasmas; parecía que el monstruo acechaba, pero las
oraciones y la voz consoladora de su madre pusieron la calma y el sueño hizo el
resto.
Amaneció
claro y soleado, aunque frío, ¿Qué vamos
a hacer mamá? Preguntó la pequeña. ¡No
te preocupes Glory! Haremos video llamadas con la abuela y ensayarán a través
de la Red, estamos en siglo XXI,
¿acaso no es eso lo que siempre me dices?
El
tiempo pasó y la incertidumbre crecía. Nunca habían vivido una situación así, sí
habían escuchado hablar de pestes como cólera, sarampión, viruela, tifus entre
otras, todas distantes y hacia tanto, tanto tiempo, pero ¿coronavirus? ¡Nunca!
Aunque se había hecho presente y viajado desde el otro lado del mundo para
aislarlos, alejarlos y hasta apartarlos definitivamente. La humanidad había sido
castigada y el temor invadía cual noche oscura las almas. Pasaron los meses y llegó
el verano y con él la vacuna, la esperanza y la luz se hizo nuevamente presente.
Volvieron
los encuentros, primero virtuales, después presenciales, aunque no los abrazos.
El cariño se expresó con las miradas, los ojos reflejaban la alegría contenida,
el asombro, las emociones. Las voces y las risas se escuchaban más apaciguadas
por barbijos artesanales o industriales, lisos o estampados, daba igual, pues
el regocijo había vuelto, aunque haya costado aceitar nuevamente las
articulaciones lograron disfrutar del ritmo, las danzas y el canto. Y así, volvieron
a encontrarse, respetando el protocolo y de pronto, la invitación a un
encuentro virtual en los pagos de la chacarera. También Glory volvió, saludando
con su codito o puños a todas las del grupo, derramando alegría y esperanza,
ensayaron y ensayaron, en el patio, en el salón, en el parque hasta que llegó
la fecha de la presentación, nietos y abuelas todos con atuendos típicos al
ritmo de la danza mostraron su alegría de manera gloriosa a las redes. Un sueño de equipo no sustanciado en un
escenario de madera sino en un verdadero escenario natural, derrochando brisas
con flores multicolores que acariciaban tiernamente las frentes de aquellas que
recuperaban su juventud y vitalidad.
¡Gloria,
Glory, qué más da, allí estaban, gloriosas para toda la humanidad!
Graciela Pellegrino