miércoles, 16 de abril de 2025

"Mi Cristo roto"

   Nos aproximamos al "feriado" de semana Santa y... podría decirte que no es un feriado festivo como los fin de semanas largos para irnos de vacaciones sino todo lo contrario;  es un  fin de  semana  para reflexionar sobre nuestros haceres,  nuestro comportamiento,  nuestro compromiso con Dios y con  el prójimo y   con el cumplimiento  del  precepto de asistir a las celebraciones religiosas conmemorando aquel difícil momento en el  que Jesús  cargó con  nuestros pecados, esos  que nosotros  tan frívolamente cometemos  y que  negamos, ignorándolo e  idolatrando al "becerro de oro" convertido Hoy en el Dios Dinero, ambiciones, egoísmos y  tantas  faltas que intentamos tapar con diferentes excusas.

 Por eso es que me atrevo a compartir un texto que marcó mi adolescencia haciéndome comprender la mezquindad del hombre,  nuestra mezquindad,  mi propia mezquindad, una reflexión que me acompaña hasta el día de hoy y seguro lo seguirá haciendo hasta el día que me vaya.

                                                                 


                                                                 Compraventa de Cristos 

A mi Cristo roto lo encontré en Sevilla. Dentro del arte me subyuga el tema de Cristo en la cruz. 

Se llevan mi preferencia los cristos barrocos españoles. La última vez, fui en compañía de un buen amigo mío.   Al Cristo, ¡Qué elección!

 Se le puede encontrar entre tuercas y clavos, chatarra oxidada, ropa vieja, zapatos, libros, muñecas rotas o litografías románticas. La cosa, es saber buscarlo. Porque Cristo anda y está entre todas las cosas de este revuelto e inverosímil rastro que es la Vida. 

Pero aquella mañana nos aventuramos por la casa del artista, es más fácil encontrar ahí al Cristo.

 ¡Pero mucho más caro!, es zona ya de anticuarios. Es el Cristo con impuesto de lujo, el Cristo que han enriquecido los turistas, porque desde que se intensificó el turismo, también Cristo es más caro. Visitamos únicamente dos o tres tiendas y andábamos por la tercera o cuarta. 

- Ehhmm ¿Quiere algo padre?

- Dar una vuelta nada más por la tienda, mirar, ver. De pronto… frente a mí, acostado sobre una mesa, vi un Cristo sin cruz, iba a lanzarme sobre él, pero frené mis ímpetus. Miré al Cristo de reojo, me conquistó desde el primer instante. Claro que no era precisamente lo que yo buscaba, era un Cristo roto. Pero esta misma circunstancia, me encadenó a Él, no sé por qué. Fingí interés primero por los objetos que me rodeaban hasta que mis manos se apoderaron del Cristo, ¡Dominé mis dedos para no acariciarlo! No me habían engañado los ojos… no.  Debió ser un Cristo muy bello, era un impresionante despojo mutilado. Por supuesto, no tenía cruz, le faltaba media pierna, un brazo entero, y aunque conservaba la cabeza, había perdido la cara. Se acercó el anticuario, tomó el Cristo roto en sus manos y…

 - Ohhh, es una magnífica pieza, se ve que tiene usted gusto padre, fíjese que espléndida talla, qué buena factura…

 - ¡Pero… está tan rota, tan mutilada!

 - No tiene importancia padre, aquí al lado hay un magnífico restaurador, amigo mío y se lo va a dejar a usted, ¡Nuevo!

 Volvió a ponderarlo, a alabarlo, lo acariciaba entre sus manos, pero… no acariciaba al Cristo, acariciaba la mercancía que se le iba a convertir en dinero. Insistí, dudó, hizo una pausa, miró por última vez al Cristo fingiendo que le costaba separarse de Él y me lo alargó en un arranque de generosidad ficticia, diciéndome resignado y dolorido:

 - Tenga padre, lléveselo, por ser para usted y conste que no gano nada 3000 pesetas nada más, ¡Se lleva usted una joya!

 El vendedor exaltaba las cualidades para mantener el precio. Yo, sacerdote, le mermaba méritos para rebajarlo… Me estremecí de pronto. ¡Disputábamos el precio de Cristo, como si fuera una simple mercancía! Y me acordé de Judas… ¿No era aquella también una compraventa de Cristo? ¡Pero cuántas veces vendemos y compramos a Cristo, no de madera, de carne, en él y en nuestros prójimos! Nuestra vida es muchas veces una compraventa de Cristos. Bien… cedimos los dos… lo rebajó a 800 pesetas. Antes de despedirme, le pregunté si sabía la procedencia del Cristo y la razón de aquellas terribles mutilaciones. En información vaga e incompleta me dijo que creía procedía de la sierra de Arasena, y que las mutilaciones se debían a una profanación en tiempo de guerra.

 Apreté a mi Cristo con cariño… y salí con Él a la calle. Al fin, ya de noche, cerré la puerta de mi habitación y me encontré solo, cara a cara con mi Cristo. Qué ensangrentado despojo mutilado, viéndolo así me decidí a preguntarle: 

- Cristo, ¡¿Quién fue el que se atrevió contigo?! ¡¿No le temblaron las manos cuando astilló las tuyas arrancándote de la cruz?! ¿Vive todavía? ¿Dónde? ¿Qué haría hoy si te viera en mis manos? …¿Se arrepintió? 

– ¡CÁLLATE!— me cortó una voz tajante. - ¡CÁLLATE, preguntas demasiado! ¡¿Crees que tengo un corazón tan pequeño y mezquino como el tuyo?! ¡CÁLLATE! No me preguntes ni pienses más en el que me mutiló, déjalo, ¿Qué sabes tú? ¡Respétalo!, Yo ya lo perdoné. Yo me olvidé instantáneamente y para siempre de sus pecados. Cuando un hombre se arrepiente, Yo perdono de una vez, no por mezquinas entregas como vosotros. - ¡CÁLLATE! ¿Por qué ante mis miembros rotos, no se te ocurre recordar a seres que ofenden, hieren, explotan y mutilan a sus hermanos los hombres? ¿Qué es mayor pecado? Mutilar una imagen de madera o mutilar una imagen mía viva, de carne, en la que palpito Yo por la gracia del bautismo. ¡Ohh hipócritas! Os rasgáis las vestiduras ante el recuerdo del que mutiló mi imagen de madera, mientras le estrecháis la mano o le rendís honores al que mutila física o moralmente a los cristos vivos que son sus hermanos.

Yo contesté: - No puedo verte así, destrozado, aunque el restaurador me cobre lo que quiera ¡Todo te lo mereces! Me duele verte así. Mañana mismo te llevaré al taller. ¿Verdad que apruebas mi plan? ¿Verdad que te gusta?”

- ¡NO, NO ME GUSTA!— Contestó el Cristo, seca y duramente. - ¡ERES IGUAL QUE TODOS Y HABLAS DEMASIADO! Hubo una pausa de silencio. Una orden, tajante como un rayo, vino a decapitar el silencio angustioso: - ¡NO ME RESTAURES, TE LO PROHIBO! ¡¿LO OYES?! - Si Señor, te lo prometo, no te restauraré. - Gracias— me contestó el Cristo. Su tono volvió a darme confianza.

- ¿Por qué no quieres que te restaure? No te comprendo. ¿No comprendes Señor, que va a ser para mí un continuo dolor cada vez que te mire roto y mutilado? ¿No comprendes que me duele? - Eso es lo que quiero, que al verme roto te acuerdes siempre de tantos hermanos tuyos que conviven contigo; rotos, aplastados, indigentes, mutilados. Sin brazos, porque no tienen posibilidades de trabajo. Sin pies, porque les han cerrado los caminos. Sin cara, porque les han quitado la honra. Todos los olvidan y les vuelven la espalda. ¡No me restaures, a ver si viéndome así, te acuerdas de ellos y te duele, a ver si así, roto y mutilado te sirvo de clave para el dolor de los demás! Muchos cristianos se vuelven en devoción, en besos, en luces, en flores sobre un Cristo bello, y se olvidan de sus hermanos los hombres, cristos feos, rotos y sufrientes. 

 Hay muchos cristianos que tranquilizan su conciencia besando un Cristo bello, obra de arte, mientras ofenden al pequeño Cristo de carne, que es su hermano. ¡Esos besos me repugnan, me dan asco!, Los tolero forzado en mis pies de imagen tallada en madera, pero me hieren el corazón. ¡Tenéis demasiados cristos bellos! Demasiadas obras de arte de mi imagen crucificada. Y estáis en peligro de quedaros en la obra de arte. Un Cristo bello puede ser un peligroso refugio donde esconderse en la huida del dolor ajeno, tranquilizando al mismo tiempo la conciencia, en un falso cristianismo. Por eso ¡Debieran tener más cristos rotos, uno a la entrada de cada iglesia, que gritara siempre con sus miembros partidos y su cara sin forma, el dolor y la tragedia de mi segunda pasión, en mis hermanos los hombres! Por eso te lo suplico, no me restaures, déjame roto junto a ti, aunque amargue un poco tu vida. - Si Señor, te lo prometo— contesté. Y un beso sobre su único pie astillado, fue la firma de mi promesa. 

Desde hoy… viviré con un Cristo roto.


martes, 16 de enero de 2024

"Cuando seamos Grandes"

 



Cuando seamos grandes, no nos olvidemos que para las noches se hicieron los cuentos, y los reyes magos, y los duendes buenos; de que sólo hace falta cuando llega el sueño tener bien a mano 

la voz de un abuelo.

  No nos olvidemos que en un vereda cabe un mundo entero, de risas y ruedas, que no  hay mar tan grande como el de la acequia, que con dos pedales de una bicicleta, lo que queda lejos siempre queda cerca.

No nos olvidemos de las maravillas que guardan adentro las cosas sencillas, los viejos cajones, la flor, la semilla.

La vida es un viaje y es cuestión de vida sentarnos al lado de un ventanilla. 

Cuando seamos grandes va a ser muy bonito tener como amigos a los animalitos y gritarles cosas y entender sus gritos, y explicar los vuelos por el infinito (los grandes no entienden a los pajaritos).

No nos olvidemos cuando seamos grandes que un beso es un modo de quedarse en alguien, que siempre es horario para acariciarse, que el amor es todo, que ternura es madre, que hay que estar temprano cuando se hace tarde.

Cuando seamos grandes  no nos olvidemos de la fantasía, del sol y los juegos, y los cumpleaños, y el circo viajero, los payasos tristes , los muñecos buenos, la hermosa costumbre de decir:

                                 ¡TE  QUIERO!     



martes, 6 de septiembre de 2022

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¿Por qué hablar de Borges


Porque hace 123 años, nacía un 24 de agosto de 1899 uno de los escritores más importantes del siglo XX, que creador de una literatura única, una literatura que versaba de manera muy ingeniosa sobre el tiempo, el universo, los mitos y el ejercicio mismo de la escritura, que escribió gran parte de su obra estando ciego.

Podría decir que mi encuentro con Borges, cuando yo tenía 18 0 20 años, fue difícil, no lograba entenderlo y me repetía que como se lo candidateaba para el Nobel si su escritura era inentendible, con el pasar de los años y estudié y analice su literatura lo amé. Era un escritor que aparecía como imprescindible para todos los estudiosos de la literatura española. Así que me atreví a leer alguno de sus cuentos y me dije «¡Madre mía!». ¡qué maravilla! Y no pude dejar de leer sus poemas y sus cuentos. Y comprendí que en esos años de juventud no estaba preparada para enfrentarme a Borges, para digerirlo como se merecía, como lo hice Años después.

El esfuerzo para entrar en el universo borgiano fue notable. Comencé a leerlo de otra manera, con más calma y saboreando su estilo. Su lenguaje. Ese español que suena tan bello y tan profundo. Con LA CASA DE ASTERIÓN caí rendida  a sus pies y hoy me confieso una de sus admiradoras.

La obra de Borges posee una trascendencia universal ya que sus escritos plantean inquietudes esenciales para la humanidad. La vida de Borges, su infancia, su educación y sus viajes lo dotan de una personalidad única que lo lleva a crear mundos poblados por intrincadas bibliotecas y arduos laberintos, debido, tal vez al amor por la cultura y los idiomas heredada de sus padres que hizo de él un lector procaz y voraz; y que le permitió escribir desde muy joven, publicando su primer trabajo a los diez años de edad.

 “Si tuviera que señalar el hecho capital de mi vida, diría la biblioteca de mi padre. En realidad, creo no haber salido nunca de esa biblioteca. Es como si todavía la estuviera viendo…”.

“Mi infancia son recuerdos de Las mil y una noches, de El Quijote, de los cuentos de Wells, de la Biblia inglesa, de Kipling, de Stevenson…”.

Su paso por el colegio no fue feliz; fue objeto de burla por ser un sabelotodo, por llevar gafas y por su tartamudeo. Lo que aprendió, básicamente, fue a pasar desapercibido.

En 1914 su padre, que sufre una enfermedad ocular heredada que lo afectará también hasta dejarlo ciego, decide viajar a Suiza para consultar a un oftalmólogo. Pero El estallido de la Primera Guerra Mundial obliga a prolongar la estancia durante cuatro años. por lo que estudia allí el bachillerato (1914-1918) y perfecciona el francés. También estudia alemán, simplemente usando un diccionario inglés-alemán.

A finales de 1918, la familia se traslada a España allí conoce la vanguardia literaria; en concreto, se une al grupo ultraísta. Conoce a los principales escritores españoles de la época, a quienes considerará grandes maestros: Rafael Cansinos-Assens, Ramón Gómez de la Serna, Valle Inclán y Gerardo Diego.

Y así regresa a Buenos Aires trayendo las nuevas innovaciones vanguardistas.

Comenzando a destacarse como poeta y ensayista; para convertirse en el maestro del cuento y también de los poemas como el que recrea en este poema la presencia vívida del clásico compadrito.

                          Milonga de Jacinto Chiclana

Me acuerdo, fue en Balvanera,
en una noche lejana,
que alguien dejó caer el nombre
de un tal Jacinto Chiclana.
Algo se dijo también
de una esquina y un cuchillo,
los años no dejan ver
el entrevero y el brillo.
 
¡Quién sabe por que razón,
me anda buscando ese nombre!
me gustaría saber
cómo habrá sido aquel hombre.
Alto lo veo y cabal,
con el alma comedida;
capaz de no alzar la voz
y de jugarse la vida.
 
“Nadie con paso más firme
habrá pisado la tierra,
nadie habrá habido como él
en el amor y en la guerra.
Sobre la huerta y el patio
las torres de Balvanera,
y aquella muerte casual,
en una esquina cualquiera”.
 
Sólo Dios puede saber
la laya fiel de aquel hombre
señores, yo estoy cantando
lo que se cifra en el nombre.
Siempre el coraje es mejor
la esperanza nunca es vana
vaya, pues, esta milonga,
para Jacinto Chiclana.

 

 



Historia del villancico “Noche de Paz”

   La canción “Noche de Paz”, nació en una pequeña comunidad austríaca hace más de 200 años gracias a que el órgano de la iglesia dejó de funcionar y un joven sacerdote llamado Joseph Mohr que no estaba dispuesto a permitir a dejar sin música la Misa de Navidad.

  A principios del siglo XIX, Europa estaba sumida en una profunda crisis política y económica debido a las guerras Napoleónicas que desangraron a toda su población, seguido de un año que no tuvo verano y provoco angustiante hambruna, este joven sacerdote, sensibilizado por la pobreza, incertidumbre y conmoción social, se aferró   su poder más sólido que es la fe y escribió este poema, un poderoso mensaje de esperanza y fe para brindar consuelo a un pueblo herido.

Cuando en la semana de Navidad, dispuesto a celebrar la Misa de Gallo y comprobó que el órgano se negaba a funcionar, corrió a la casa del organista, músico y profesor de primaria, director del órgano al cual le pidió pusiera melodía al poema para ejecutar con guitarra.

Esa noche, con guitarra, coro y la voz de tenor del sacerdote Joseph Mohr y del director del coro Franz Gruber, entonaron la canción más melodiosa y dulce que jamás hubiera se hubiese escuchado.


Este villancico gustó tanto, tanto, que se propagó rápidamente en los distintos rincones del mundo, tanto que el 24 de diciembre de 1914, miles de soldados de diversas nacionalidades la entonaron cada uno en su idioma natal desde las trincheras de la Primera Guerra mundial, en unas horas de tregua apodadas “Milagro de hermandad”

Años más tarde cuando Hitler intento cambiar la letra de esta canción los presidentes de estados unidos franklin Roosevelt y el primer ministro británico Winston Churchill la cantaron en la casa blanca para años más tarde convertirse en patrimonio de la humanidad de la Unesco, en el 2011 como "Himno Universal de la Paz, bien cultural internacional y legado musical".   🎵🎶🎶

  No dejemos nunca de cantar este hermoso Villancico de Paz y Amor.

 

 

 

 

 

miércoles, 22 de septiembre de 2021

"Si somos libres"

 

"Si somos libres

Flori había escrito en su cuaderno las palabras del gran Padre de la Patria: “Si somos libres, todo nos sobra”. - ¿Qué quiere decir mami? – espetó sin pausa. Y yo, ante su mirada expectante me quedé sin palabras, por un momento titubee, sí, titubee, hasta que al final respondí: - ¿Puedo contestarte en un ratito? - respondí sin más.

La libertad aquella que me habían enseñado en mi niñez se desmoronaba como quien tumba de una patada una pila de ladrillos, imágenes desordenadas surcaban raudamente mi mente, nada tenían que ver con la paloma blanca, ni la rama de olivo o laurel, era algo más, era elegir entre un caramelo y un chocolate, una zapatilla de marca o una trucha, una madre que puede escoger entre acompañar a sus hijos a la escuela o ir a mendigar a las calles, el de hacer largas colas por una limosna o trabajar dignamente por el plato de comida.

Es habitual escuchar: “Soy libre para hacer lo que yo quiero” pensamiento que favorece en el hombre la libertad física e irracional dominado por impulsos ciegos del instinto animal, la libertad es más que eso, no nos da licencia para obrar maliciosamente sino para proporcionarnos la gloria de hacer el bien., recordé también los versos de Hernández en “Martín Fierro”: Viene el hombre ciego al mundo/cuartiandolo la esperanza/y a poco andar ya lo alcanzan/las desgracias a empujones/!Jué pucha!que trae liciones/!el tiempo con sus mudanzas!.

Esto me recordó la esclavitud que proporciona el alcohol, las drogas, la violencia. En fin.

Todas estas figuras iluminaron mi sentido. Llamé a mi hija -¡Flori, Flori! Ya tengo la respuesta: la verdadera libertad arranca desde el amor, un acto libre proyecta tu personalidad al infinito pues si haces lo que debes hacer a la luz de la recta razón serás feliz, cuando no necesites sacudirte el peso del trabajo sino cuando lo lleves voluntariamente obtendrás la verdadera libertad. ¡Ah! Una cosa más expresé, no olvides nunca, pero nunca, que tienes la libertad de llevar cadenas si tú quieres, ya que, una cadena de oro es, al fin de cuentas, una cadena que también te esclaviza.

 

Graciela Pellegrino

La pandemia del 2020 nos dejó muchas sensaciones adversas, este cuento intenta reflejar las sensaciones sufridas y emociones recuperadas durante ese oscuro período.

¡Gloriosas!

    Feliz, feliz e ilusionada corría Glory entusiasmada por las angostas veredas que llevaban a su casa del barrio de Balvanera; veredas custodiadas por frondosas acacias, cuyas flores de diversos colores parecían bañarla con tenue llovizna multicolor, enredándose y adornando sus finos cabellos dorados. Sentíase tan feliz y tan absorta en sus pensamientos iba, que casi cruzó la avenida sin mirar, cuando un fuerte bocinazo la volvió a la realidad, sin embargo, el suceso no la amilanó y continuó en veloz carrera hasta llegar y, en un abrir y cerrar de ojos entró en su casa cual torbellino. - ¡Mamá, mamá! –gritó- ¡Ya tenemos fecha para el teatro! ¡Haremos una presentación junto a la abuela y otras abus en el teatro del Parque! Y allí mismo, sin más, tarareando, comenzó a bailar la coreografía ensayada, balanceándose de un lado a otro y recorriendo graciosamente parte de su casa. ¡Estaba tan emocionada! Hasta que por fin pudo escuchar la voz de su mamá clamando - ¡Hija! ¡Por favor!  ¡Siéntate y cuéntame!  porque no logro comprender. Entonces, la niña se sosegó y tomando un vaso de agua comenzó el relato…

-Es que… ¿Viste que la abuelita me invitó al taller ese donde baila junto a otras abus? Bueno, la seño de ellas me enseñó a bailar y quiere que yo baile con mi Abu y también va a invitar a otros nietitos para que bailen con las viejitas, bueno, no son tan tan viejitas, pero sí son abuelitas, porque abuelitos, ¡no hay!  ¡Y no es porque ellas no quieran, sino que son ellos los que no quieren! –dijo puchereando-   dicen que a los hombres les da vergüenza bailar, pero ellas, ellas, ¡lo disfrutan tanto! ¡Tenés que verlo mamá!

Eran mujeres que en su juventud lo habían dado todo, con garra, con prestancia, decididas a superar los dolores que les imponía el avance de la edad y al caso omiso que habían realizado al llamado de las advertencias del deterioro físico cuando trabajaban de manera activa, habían privilegiado y antepuesto siempre el interés de los otros restando importancia a los propios. Y ahora estaban allí, con sus piernas y rodillas maltrechas después de tanto trabajo, levantando alegres sus brazos agitando pañuelos cual plegaria y agradecimiento al cielo o cortando el aire con sus castañetas cual instrumento mágico.  Mujeres valientes y decididas que no habían tenido vergüenza en bailar en parques, plazas, vecinales o viajado a encuentros; siempre habían bailado solas, pero esta vez ¡no!, habían tomado la decisión de sumar a los nietos y ella, había sido la elegida por su abuela.

   Cuando la mamá quiso responder, Glory volvió a parlotear -¡Estoy tan contenta ma! ¡Y la Abu Gloria también! Estaba muy orgullosa cuando la Seño me felicitó y después me invitó; la Abu me besó y abrazó tan fuerte que casi no podía respirar, y después me dijo:- Glory y Gloria, ¡Seremos Gloriosas!  Mucho no entendí, pero, ¿Será porque las dos nos llamamos Gloria, Mamá’? La mamá miró con ternura a su hijita y respondió: -Llevas el nombre de tu abuela y bisabuela, significa “fama” porque están llamadas a ser gloriosas, a tener éxito en la vida y por eso, ésta será tu primera actuación y, ¡seguro que triunfarán!, dijo guiñándole un ojo con complicidad a su marido que estaba sentado en el sillón mirando su serie del momento, no sin dejar de observar la escena familiar.

El resto del día pasó sin sobresaltos, la abuela había llamado a su hija para contarle sobre la presentación que harían en el teatro, detalles de ensayos y vestimenta a utilizar, más allá de la satisfacción y orgullo sobre nieta, que no dejaba de alabar en cada palabra emitida.

 ¡Sería la primera vez para ambas! Ni abuela ni nieta habían bailado juntas folklore hasta ese momento. La abuela Gloria, al jubilarse, se había acercado al centro de su barrio e inscripto en los talleres que se dictaban en el Centro de jubilados. Ese fue un nuevo comenzar, cambió carpetas, lapiceras y textos por música y coreografías, haciendo nuevos amigos en encuentros grupales mediante risas y charlas, sin exigencias ni responsabilidades, salvo la asumida por convicción.

 Pero al caer la tarde, cayeron los sueños; sueños que se hicieron trizas ante el anuncio aparecido en la TV, no más espectáculos, no más escuela, no más salidas, barbijos y temor ante el virus letal de la pandemia.  Sin comprender muy bien, sintió que todo se oscurecía, como si un manto negro hubiera caído sobre sobre su ser tan diminuto, ¿qué haría ahora? No podría darle un beso, un abrazo, ni tampoco ensayar, intercambiar esas miradas pícaras y cómplices que sostenían entre ambas. La niña no sabía si era la nieta preferida, pero sí sabía que había sido la elegida para acompañar y bailar con su abu, soñaba con lucirse como una verdadera artista haciendo zarandear su pollera  de  un lado a otro y tal vez, en el verano, sea invitada a subir en grandes escenarios como los de Cosquín o Jesús María, lugares que su mamá y papá la llevaban a veranear y de paso a disfrutar de los festivales populares que allí se  realizaban  y así, como muchas veces había aplaudido sostenidamente a los artistas, también con ellas lo hicieran. Envuelta en esos pensamientos escuchó la sentencia, varios meses sin poder salir a la calle. -¡Me voy a aburrir! concluyó, rompiendo a llorar desconsoladamente y dirigiéndose a su cama mientras su mamá hacia lo posible por consolarla. Todos estaban desconcertados. Fue una noche plena de incertidumbres y fantasmas; parecía que el monstruo acechaba, pero las oraciones y la voz consoladora de su madre pusieron la calma y el sueño hizo el resto.

Amaneció claro y soleado, aunque frío, ¿Qué vamos a hacer mamá? Preguntó la pequeña. ¡No te preocupes Glory! Haremos video llamadas con la abuela y ensayarán a través de la Red, estamos en siglo XXI, ¿acaso no es eso lo que siempre me dices?

El tiempo pasó y la incertidumbre crecía. Nunca habían vivido una situación así, sí habían escuchado hablar de pestes como cólera, sarampión, viruela, tifus entre otras, todas distantes y hacia tanto, tanto tiempo, pero ¿coronavirus? ¡Nunca! Aunque se había hecho presente y viajado desde el otro lado del mundo para aislarlos, alejarlos y hasta apartarlos definitivamente. La humanidad había sido castigada y el temor invadía cual noche oscura las almas. Pasaron los meses y llegó el verano y con él la vacuna, la esperanza y la luz se hizo nuevamente presente.

Volvieron los encuentros, primero virtuales, después presenciales, aunque no los abrazos. El cariño se expresó con las miradas, los ojos reflejaban la alegría contenida, el asombro, las emociones. Las voces y las risas se escuchaban más apaciguadas por barbijos artesanales o industriales, lisos o estampados, daba igual, pues el regocijo había vuelto, aunque haya costado aceitar nuevamente las articulaciones lograron disfrutar del ritmo, las danzas y el canto. Y así, volvieron a encontrarse, respetando el protocolo y de pronto, la invitación a un encuentro virtual en los pagos de la chacarera. También Glory volvió, saludando con su codito o puños a todas las del grupo, derramando alegría y esperanza, ensayaron y ensayaron, en el patio, en el salón, en el parque hasta que llegó la fecha de la presentación, nietos y abuelas todos con atuendos típicos al ritmo de la danza mostraron su alegría de manera gloriosa a las redes.  Un sueño de equipo no sustanciado en un escenario de madera sino en un verdadero escenario natural, derrochando brisas con flores multicolores que acariciaban tiernamente las frentes de aquellas que recuperaban su juventud y vitalidad.

¡Gloria, Glory, qué más da, allí estaban, gloriosas para toda la humanidad!

 

                                                                                                         Graciela Pellegrino

 

 

 

 

 

 

 

 

 

"Memorias de mi Madre"

 Después de un largo tiempo de silencio, vuelvo a expresar mis emociones a través de algunos cuentos de mi autoría escritos para el Festival de Letras en el marco del 114  aniversario de declaratoria de mi ciudad de  Casilda  .

Memorias de mi madre

Clara era mi madre, siempre nos contaba que no había tenido una vida fácil, que su niñez había transcurrido en el altiplano cuidando a los cabritos, que el viento no acariciaba sino que golpeaba cual paliza traviesa, que oía sonar las cajas al son de alguna  copla lastimosa, y que las piedras y los espinillos rodaban en la arenisca lastimando sus pequeños pies apenas calzados con uyutas de cuero  cosidas por su madre, sin embargo, a pesar de la pobreza, de la soledad, del eterno silencio de los cerros,  dejaba volar su mente al compás del susurro de algún  lánguido arroyito que, de vez en cuando se atrevía a romper la quietud del lugar, desafiando el calor que pugnaba por evaporarlo, y así seguía, rememorando aquellos tiempos plagados de duendes y fantasmas que, a pesar de su  espíritu libre nos relataba su infancia y sus sombras.

Acurrucados contra su falda nos disponíamos a escucharla y nos embelesábamos imaginando ser los protagonistas de algunas de sus historias, mientras ella, entrecerraba sus ojos y como viajando en el tiempo comenzaba el relato, las palabras brotaban suave, sin prisas, con pausas que nosotros mentalmente empujábamos apurados y ansiosos.

-Era un día de calor sofocante, el suelo parecía flotar y quedar suspendido en el aire, ondas polvorosas se movían al ritmo de un cálido y tenue viento, yo me encontraba en el rancho, junto a mi madre y mis hermanos, el silencio reinaba, era la hora de la siesta, todos dormían, yo me negaba a dormir y siempre trataba de imaginarme que el viento me traía una alfombra mágica que me rescataba de la pobreza y me llevaba a un mundo maravilloso, cuando de pronto escuché: “¡Clara, Clara!” ¿Tía? –Contesté- ¿Do, donde estas?, mi vista se había dirigido mecánicamente hacia la puerta pero… no había nadie, me levanté apresurada, aunque en silencio, para no despertar a los demás, ¡corrí!, corrí hacia la puerta y la abrí de un golpe, ¡Tía, tía! –Llamé-  Sólo el viento me contestó como en un atemorizante aullido, temblé, se me erizaron los pelos, nadie en las calles, un cielo diáfano que no daba lugar a engaños, mi tía no estaba, no había huellas de carruajes, ni caballos y mucho menos ruedas de automóvil, cabizbaja y apenada volví a mi catre, apenas terminé de acomodarme en él volví a escuchar la voz ¡Clara, Clara! Nuevamente salté de la cama y corrí a la puerta, esta vez entreabierta, y…, otra vez el silencio y el vacío. Esa vez no aguanté y zamarreé a mamá. “! Mamá, mamá! La desperté casi al borde de las lágrimas y también atemorizada, le conté entre sollozos lo que me había pasado, pero ella, no me creyó, “Un sueño” –me dijo- casi como en un reto, me había atrevido a despertarla, ella no era mala, solo estaba cansada, había que lidiar con tantos niños, levantarse antes del sol para ordeñar y hacer el queso de cabras para luego llevar al mercado y venderlo, por eso la entendí cuando se dio media vuelta y me ordenó que vuelva a la cama. La hora de la siesta aún no acababa, el calor seguía acuciando y no era bueno callejear en esos horarios, más tarde volveríamos a la rutina del hogar, ahora había que dejarse llevar por el sopor que los 40 grados producían.

Pasé el resto de la jornada sin contratiempos, jugamos a la payana después de cazar mariposas con una ramita, ayudar a mamá a hornear el pan acercándole la leña, amasando bollitos con la masa que quedaba y hasta la ayudé a rellenar empanadillas con dulce de cayote.

Al caer la noche, después de cenar, sacamos los catres a la galería, era insoportable quedarse dentro debido al gran calor reinante todavía. Allí dormimos apenas cubiertos por una fina manta tejida por los artesanos del lugar.

Me dormí profundamente, cuando de pronto, volví a escuchar la voz ¡Clara, Clara!, desperté, buscando en la oscuridad apenas iluminada por la luna y las luciérnagas y sólo el canto de los grillos cortaba el silencio de las quebradas. Mi mente trataba de dilucidar este enigma a la velocidad de un rayo, volví a preguntar ¡Tía! ¿Sos vos? ¿Me necesitas? ¿Qué me querés decir? Y volví a dormir con un feo presentimiento, no sin sobresaltos esta vez hasta que, me asaltó el espanto, esta vez sentí que una mano fría tocaba mi cara ¡y yo!, yo me tapaba la tapaba y la mano, la mano seguía acariciándome, yo temblaba y rezaba, se agolpaban en mi boca las oraciones pidiendo protección, que ya a esa hora estaba convencida que era…

¡Una fantasma Má! -gritamos nosotros- ¡Sí, un fantasma! -dijo ella estremeciéndose en su silla-.

Apenas los gallos comenzaron a cantar al clarear el día y escuché a mamá moverse con un desperezo incierto, corrí hacia ella y envuelta en lágrimas le conté lo sucedido, esta vez no me retó, me miró con ternura, me abrazó y sentenció: Después del desayuno nos vamos a la ciudad a visitar a la tía. No hizo falta, en eso llegó el cartero.

Tía Tita había muerto esa madrugada.

Esa noche, se había despedido de nosotros.

 

Graciela Pellegrino